Si la cara es el espejo del alma, entonces Inka Díaz está llena de juego, pasión y alegría. La joven bailaora almeriense actuó el pasado viernes para Murcia Flamenca en La Puerta Falsa y acabó con todo. Comenzó la gala con una malagueña del Mellizo en la voz del interesante y buen cantaor Cristo Heredia, a la que se sumó Inka en la parte a compás, donde los aires malagueños del Breva acompañaron su baile, sonriente y dinámico, con vueltas graciosas y bonito jugueteo. Una caña con un aire dinámico, al modo de como las hacía Morente, nos trajo los ecos añejos del flamenco antiguo, cuando este cante era lucimiento de artistas como El Planeta o El Fillo. Cerró Cristo con la conocida como soleá de la babilonia, una soleá de Triana de las más complicadas por sus registros altos y su largo fraseo melódico que abordó con soltura. Por seguiriyas también se mueve cómoda la voz de Cristo Heredia, con un bonito timbre y voz larga, preparando el drama del baile del taranto, donde Inka se transforma y cambia por completo de registro expresivo; su cara, su mirada es otra; su cuerpo, también. A ratos señala estrellas en el cielo, y las mueve como si pudiera cogerlas; el caso es que en algún momento debió de coger alguna, porque estuvo acompañando su baile todo el tiempo. Y no puede evitar sonreír, incluso en el taranto; se nota que estaba disfrutando de la noche tanto como nosotros. Inka tiene muy buen compás y su taconeo es preciso y muy rápido. Cerró por tangos, con unos movimientos de caderas que más de uno creímos ir en barco y zozobrar…
José Bellido encara un toque por bulerías soberbio; salió el maestro de Lucía en alguna de sus falsetas, muy bien tocado el de Algeciras, pero es que José es un magnífico guitarrista, de sonido limpio, directo y virtuoso; muy flamenco. Da gusto escuchar su guitarra. Por tangos el cante de Camarón de la Isla y sobre todo Enrique Morente se hizo carne en la voz de Cristo, pasando a las alegrías, donde de nuevo Inka hizo de las suyas: jugó, se peleó, coqueteó, hizo gracias y guiños buscando la complicidad que el público ya le había dado desde la primera vuelta realizó. Pasó por el silencio y en las escobillas levanta el hombro y sigue sonriente y feliz, sabiendo que nosotros también lo estábamos pasando genial. Acaba el cuadro de pie, cantándole a Inka en la parte final del baile, perdiendo la flor que llevaba en la cabeza en una de esas vueltas frenéticas que da, y recibiendo una larga, pero que muy larga ovación que no parecía cesar, y no lo hizo hasta que el cantaor pidió silencio para dar las gracias y anunciar un fin de fiesta de despedida, en el que también intervino uno de los palmeros dándose unas pataítas por bulerías.
Una noche muy especial para Murcia Flamenca, otra más, en la que disfrutamos muchísimo. A las palmas y jaleos estuvieron Toni Santiago y Andrés Heredia, con muy buen compás.
Guillermo Castro