sábado, 14 de diciembre de 2019

Victoria Cava. De la Oscuridad a la luz

modo de viaje transcendental, como una forma de salir de un mundo de dolor y culpa hacia la liberación y el perdón, Victoria Cava planteó el pasado viernes un espectáculo en el que tuvieron cabida músicas multiculturales que se dieron la mano a través del flamenco. Una catarsis en la que tuvieron cabida ritmos, melodías, oraciones y letras populares sefardíes, hebreas, arameas, islámicas, portuguesas, sufíes, romaníes y castellanas; y flamenco. Victoria se hizo acompañar de solventes músicos que en todo momento supieron captar la esencia que la artista de Cehegín demandaba. Fueron Andrés Hernández a la guitarra, Alberto Núñez al violín, Carmen Cava a las palmas y Pepe Abellán a la percusión. 
Abrieron con un canto roma, el Himno Internacional gitano Gelem Gelem, cantado en lengua romaní, haciendo referencia a la persecución sufrida por este pueblo a lo largo de su historia. Ritmos de soleá y canto acompañado tan solo por la tinaja multicolor de Pepe Abellán. El pueblo sefardí, otro gran damnificado, fue la siguiente referencia musical, con diferentes canciones en Ladino a tempo libre y luego a compás, ya con la formación del quinteto completa. Muy bonita aquí la guitarra de Andrés. El Padre Nuestro en arameo siríaco propone un principio de la esperanza, simbolizado en armonías de tarantas que más tarde se atangaron. 
Confianza y diálogos con Dios fue una oración a Dios en hebreo con el “Elo Hi – Canto Nero” donde los llantos del violín y los tonos mayores en la música dejan intuir la salida de la oscuridad, de nuevo con aire de tangos. Fado Miedo, en portugués, como momento de duda en el proceso de ascenso sanador fue representado con aires de seguiriya en la guitarra en su comienzo, para volverse igualmente tangos más adelante. El perdón fue una pieza instrumental que abrió Pepe Abellán con su virtuosa percusión, y que preparó los “Aires choqueros” de Paco de Lucía, unos míticos fandangos de Huelva del elogiado disco Fuente y caudal, rematados con los no menos conocidos “Almonte” de álbum Zyriab, donde el violín hizo con soltura las melodías del cante.
La media granaína trajo de nuevo el cante de Victoria, con un luminoso vestido blanco que simbolizaba la luz y una confirmación de que la oscuridad quedaba atrás. Continuó con el Canto del Adham en árabe y español, que se tornó en tangos morunos, en los que brilló especialmente Pepe con sus polirritmias, y luego en aire de tanguillos. El Final o Amor tuvo unas palabras previas de homenaje a personas queridas que ya no están y que fueron importantes para la artista, que aquí tomaron vida en forma de aires de guajira.
 
Gustó mucho el espectáculo al público que acudió en masa a La Madriguera y que se emocionó ante el planteamiento artístico de Victoria. Fue muy aplaudido y se cerró con un fin de fiesta por bulerías en los que los músicos, ya en pie, se despidieron muy contentos de Murcia Flamenca.

Guillermo Castro