domingo, 29 de octubre de 2017

Lucía de las Casas y el arte del verso

Hay noches mágicas, de esas en las que no sabes si vives o sueñas. Lucía de las Casas consigue transportarte a otros universos, a otras dimensiones. Cada poema recitado es una pequeña historia cargada de emociones, de luces, de sombras, de risas, lloros, perdones y venganzas, que se hacen realidad a través del habla. Cada palabra tiene una energía, un color, cada verso un sentimiento, cada estrofa una sentencia y en su final toda una vida que Lucía te ha desgranado con su voz, que son pinceladas maestras de tonalidades infinitas y sabias. 
Lucía sabe muy bien lo que hace, y cómo hacerlo. No crean que es fácil, recitar verso como se debe es algo realmente muy difícil, al alcance de unos pocos. No solo hay que tener buena memoria, hay que saber dar el tono adecuado a cada poema, a cada verso, a cada palabra,  tener musicalidad, saber actuar y estar en el escenario, y todo ello para que no se note en realidad que estás recitando poesía. Por si fuera poco se hizo acompañar de la delicada y sensible guitarra de Raúl Castro, todo un acierto, quien fue adornando los versos de Lucía y llenando espacios sonoros que hicieron fluir aún más la palabra y los sentimientos. 
En homenaje a Rafael de León, en el 35 aniversario de su ausencia, Lucía y Raúl nos hicieron disfrutar del arte de la poesía y la música, esa unión ya cultivada por los griegos hace más de dos mil años, con poemas del mismo Rafael de León, Federico García Lorca y Manuel Benítez Carrasco. Entre el público, importantes personas de la escena teatral y literaria de Murcia, aplaudieron con generosidad la puesta en escena de Olas del recuerdo, que tuvo como director artístico a Fernando Corta y una cuidada y acertada puesta en escena.
Guillermo Castro






domingo, 1 de octubre de 2017

Antonio Puerto, el cante que duele


Antonio Gutiérrez Navarro Antonio Puerto, es de otro planeta. Este viernes dejó muy alto el listón del cante flamenco en nuestra peña. Vino con la idea de dejar parte de sí mismo en las tablas de Murcia Flamenca, y vaya si lo hizo. Fue uno de los mejores recitales de cante flamenco que hemos tenido en mucho tiempo. Bohemio, personal y entregado, Antonio Puerto no sabe si es gitano o payo; gitano le dicen y le llaman y eso le gusta, gitano pues. Su cante es verdadero, directo; su cante emociona y duele, te llega hasta el tuétano y te revuelve.
Pronto nos trajo el sabor de los puertos, comenzando con una tanda de martinetes donde insertó una letra de su invención en homenaje a Murcia. Malagueña del Mellizo con su preceptiva granaína al modo de Aurelio, jebebes incluidos; nadie lo hace así, ¡qué recuerdos del gran Aurelio en la voz de Antonio!, quien bordó el cante del Mellizo. Continuó con soleares de Alcalá, de lo mejor de la noche. De forma sublime fue enlazando coplas que fueron subiendo de intensidad mientras la guitarra de Antonio Fernández El torero le hacía el contrapunto perfecto, escuchando y respondiendo a la perfección el cante de Antonio. No habían actuado nunca juntos, pero parecía que se conocían de toda la vida, la compenetración entre ambos fue total. Alegrías de Cádiz con aires de Rancapino y Fandangos de El Gloria nos sacaron de la melancolía con tres cuerpos de cante impactantes, pasando después a dos Tarantos muy personales y desgarrados. Continuó por soleá de Cádiz. Repitió palo, pero no cantes. El interés en que el público entendiera las diferencias entre los estilos de Alcalá y los gaditanos motivó el que Antonio abordara de nuevo el cante por soleá, acordándose de su madre recientemente fallecida con un “dónde te has metido” que nos llegó al alma. Por si era poca la carga emocional que Antonio ponía en cada tercio se pasó a la seguiriya, donde la guitarra de El Torero brilló de nuevo especialmente. El cante de Antonio, que cantó casi descompuesto, roto, emocionado y totalmente entregado por seguiriyas nos dolió mucho. Una de sus letras, de las más dramáticas del cante flamenco es seguro que la escogió especialmente para esta noche y también pensamos que aludía a la pérdida de su madre: “El carro de los muertos / lo vi pasar por aquí / como llevaba la mano fuera / yo la conocí”, cerró por Cabales como mandan los cánones. 

Se despidió con fandangos de Huelva, al estilo de Paco Toronjo, parecía que lo teníamos allí mismo, con una de sus letras alusiva al malogrado y gran guitarrista Niño Miguel, dejándonos un gran sabor de boca a todos los asistentes, quienes sentimos de forma muy profunda su cante y maestría cantaora. Aplaudimos mucho, como se merecía.
Gran noche, maestra, de cante flamenco con Antonio Puerto y El Torero en La Madriguera. La recordaremos siempre como una de las mejores de nuestra peña.

Guillermo Castro