En ocasiones tienen lugar momentos mágicos que recuerdas siempre. La gala del pasado viernes en Murcia Flamenca fue uno de esos. Con un lleno absoluto nuestra peña recibía a Encarnación Fernández, dos veces Lámpara minera en La Unión, ahí es nada, y Melón de Oro en Lo Ferro. Una artista muy querida en nuestra región y con una larga trayectoria, por la que parece que no pasan los años, y eso que vino mal de la garganta, tal y como me confesó al terminar la gala. Encarnación estuvo extraordinaria en su cante y sus formas expresivas, muy del gusto de los gitanos, con cantes cortos, de poco melisma, con una jondura especial y un pellizco que no está al alcance de cualquiera. Encarnación te toca el alma con su cante y eso es lo que busca el buen aficionado flamenco. Además, sus letras no son las que estamos acostumbrados a escuchar, algo que es de agradecer. A la guitarra estuvo su hijo Antonio Muñoz, otro grande, igualmente bordón minero en La Unión, con una importante trayectoria como guitarrista solista. Antonio combina con mucho gusto el toque clásico con armonías modernas más abiertas y sugerentes, siempre con un gran dominio del compás.
Comenzaron por malagueñas, con dos cantes cortos que entroncan con aires de Chacón y El Mellizo, incluso con granaínas en algunos momentos. Fueron dos cantes muy expresivos, rematados con una nueva letra por fandangos en tempo ternario. Prosiguieron con cantiñas, con gran dominio del compás y fuerza en el cante que nos recordaban en ocasiones a Chano Lobato. Los Tarantos fueron abiertos con una bonita introducción de Antonio, quien se lució en las falsetas. Encarnación se mueve como pez en el agua en estos estilos mineros, de cante corto y recortado, muy del regusto gitano.
El garrotín nos trajo de nuevo la fiesta, fue cantado con mucha garra y a su vez con la gracia que necesita este estilo. Rondeñas, con una preciosa introducción de la guitarra a compás, dio paso al estilo que divulgara Rafael Romero en la década de los años cincuenta del pasado siglo, seguido del que llaman hoy rondeña grande, a partir de la versión de Jacinto Almadén. Soleá por bulerías fue de lo mejor de la noche. El dominio de Encarnación en estos cantes es envidiable. Con un aire rápido y proverbial dominio de compás sacó toda la magia de su cante con el virtuoso toque de Antonio, su hijo, quien brilló especialmente en ese estilo en sus falsetas y en la forma de acompañar a su madre.
Con bulerías quisieron despedirse, pidiendo la ayuda de unos palmeros espontáneos, que se hicieron de rogar, pero que finalmente se dispusieron a salir y acompañar a una larga tanda de cantes donde tanto Encarnación como Antonio estuvieron muy acertados. El largo aplauso arrancó un bis en forma de tientos tangos, que supusieron el cierre final de la gala y una nueva ovación para los artistas, quienes se despidieron agradecidos de un público entregado que se quedó con ganas de más. Gran noche, que tuvo su largo trasnoche con los amigos de la peña flamenca Antonio Piñana de Cartagena, quienes vinieron a compartir su flamencura con nosotros. ¡Qué arte!
Guillermo Castro