miércoles, 30 de octubre de 2013

Carmen Doorá, al cante. Cayetano Moreno, a la guitarra



Primera visita a este milagro en la C/Victorio, después de su tocata y fuga de la huerta. Ya habían empezado, pero no estábamos, o los calores de octubre nos han consumido con intensidad. La primera sensación es de afabilidad, caras conocidas, artífices y pontífices de cosas difíciles. La imaginación, el crowfounding, la silla por socio, el ambiente relajado. Telas griegas y colores tonados dan cuerpo al local. Modesto, culminado y sencillo mundo para el flamenco en Murcia. Por allí aparecieron Carmen Doorá y Cayetano Moreno.

En el dorso de la mano de la ciudad. Por los rincones de la juventud, en esas calles en el que el viento se esconde, se retuerce y da lugar a voces de foro, donde se juntan los que siguen a Asklepios o a Pink Floyd. Cervezas y amagos. Una niña mueve los brazos con gracia ante sus mayores. En cualquier caso, espacio de colmao con columnas, donde las estrofas suenan tan cercanas que te llega alguna gota de saliva. Entreverada y vestida de negro, Carmen Doorá. Cayetano, de James Dean. Y así nos vamos al cante y al silencio. Empezar suavecito con una milonga sentía, y tangos y malagueñas con pequeñas imposturas. Anécdotas.
Fotografía: Antón Soriano Puche

Hija del corredor mediterráneo, que ya estaba inventao, ese lugar por el que se escapaban amigos y familiares a la lejana Barcelona, allá por últimos años 50 y primeros 60 del siglo pasado. Corredor de idas consolidadas que ahora se hacen más largas, hasta los fiordos noruegos, buscando destinos. El abuelo cantaba en la huerta. Tiene Carmen voz de Escuela y se pregunta por qué en Barcelona se puede estudiar un grado superior de cante Flamenco y no aquí sin que el auditorio sepa muy bien qué responder. En la ausencia, la guajira que recorre, desde tierras antillanas -es posible- otro corredor acuático entre Cádiz y Cartagena (de Indias). Guillermo sabe mucho de esto, de largos recorridos que han depurado el cante. No en vano, Don Quijote y su trasunto, Miguel de Cervantes, o al revés, vaya usted a saber, también dieron con el puerto de Barcelona desde las vastedades de La Mancha. Y fueron acompañados de cantes. Pues bien, volvamos al cante y a la dulzura de Doorá, que parece muy leída y versada sobre los trazos de las palabras, flamenca en la pose, todavía por depurar, entre Murcia y Barcelona, largo recorrido para las levantinas, las malagueñas, las alegrías y las seguiriyas. Cuenta la historia mágica de su nombre, de García a Doorá, una vaca enmedio de un pastizal de El Raal y los Llanos de Brujas, de color dorado. Zeus se vistió de toro dorado para seducir a Europa y ahora un viento bárbaro la está dejando deslomada. 

Fotografía: Bernardo Sáez


Pero nos queda el cante y la promesa de Carmen de volver, más compleja y misteriosa, viajando de cabo a rabo entre Barcelona y Murcia, con todas las paradas intermedias que sean necesarias para recordar y aprender. Para esto hacía falta el meridiano de Greenwich. 

Cayetano a la guitarra. Tiene ese toque acariciador, bruñido, que le diferencia de otros que machacan la cuerda, como si a más ruido los que cantan hubieran de elevar la voz. Y lo que no quiere nadie es que nos salte la cuerda al ojo, o que trinche una oreja con sonotone: no estamos para ir de urgencias, los hospitales son una broma que se transforma en mueca así que te dé un aire. Modestia, apaciguamiento y toque. Dominio suave, enérgico cuando hace falta. Buen flamenco este Dean. Siguiendo la nacional 332, de Cádiz a Figueras, con las montañas de La Unión asomando, y la frontera del Portús, con todos los maestros adheridos al vértigo del Cabo San Antonio. Viva el Levante. Y como dice la cantaora, por fin se acabaron las porfías. 

Paco Franco

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