El concierto que organizó Murcia Flamenca el viernes 12 de
diciembre con Rocío Márquez y Niño de Elche en el Auditorio Puertas
de Castilla no puede pasar desapercibido. “Entre amigos” lo titulamos cuando
anunciamos su actuación en los medios. Más que amigos parecíamos todos una
familia, por el calor que se podía sentir entre ellos y nosotros, por cómo
vivimos su música, por cómo nos emocionábamos en cada tercio de cante, por cómo
comentábamos con el de al lado la jugada flamenca. Se palpaba tal silencio que
la más mínima respiración o tos a sotto
voce causaba una insufrible molestia y eso que teníamos un lleno absoluto,
casi 200 personas. La última vez que escuchamos a Rocío cantó de maravilla, pero
ayer rozó lo sublime. Su voz progresa, y su expresividad crece, mucho. Tiene largo
recorrido y tendrá más, seguro, es una ARTISTA,
en el sentido pleno de la palabra, porque es arte lo que sale de su voz
melodiosa, dulce y timbrada.
Niño de Elche, el cantaor, también toca
la guitarra, y muy bien además. Ayer se dedicó a ponerle los acordes a Rocío, doblándole la voz en algunos
cantes, y brindándole el apoyo necesario para que brotara un flamenco de muy
alta graduación. Siempre arriesga, y lo hace bien. Nos ha gustado desde
siempre, porque es auténtico, flamenco cien por cien, aunque algunos no lo
sientan; ya se darán cuenta.
Pudimos
escuchar algunos temas del último disco de Rocío “El Niño. Andando por los
campos marcheneros”, con otros de su primer disco “Claridad”, pero no haremos lo
de siempre, dar una lista y resumir. Lo dejaremos tal cual. En el recuerdo
tenemos sus voces, la guitarra, sus caras retorcidas, su sentimiento, sus almas
expuestas y las campanas de la iglesia que se sumaron a los salmos flamencos al
susurro de “nadie me escucha”.
Pues nosotros sí.
Guillermo Castro