sábado, 13 de agosto de 2016

Una noche de Festival en La Unión

Foto: Gloria Nicolás
Una noche de Festival en La Unión

Todos los años me gusta asistir al concurso del Festival del Cante de las Minas de la Unión, y este año, por diversos motivos, sólo he estado en la tercera de las fases clasificatorias, el pasado viernes, y no sé si podré estar en la final. Desconozco el nivel y calidad de los artistas participantes el resto de días, pero tengo que decir que lo visto ayer ha sido flamenco de muy buenos quilates.

No me gustó nada la novedad de insertar publicidad en las pantallas audiovisuales, creo que queda poco elegante. Si a esto sumamos que hubo entrega de dos galardones a una empresa y un banco, por apoyar desinteresadamente al Festival, publireportaje incluido, se hace doblemente pesado, aunque sea importante su labor, porque retrasó el comienzo de las actuaciones en media hora. Otro marco pensamos que habría sido más adecuado, como en las programaciones paralelas del Festival en la Casa del Piñón. No obstante, se observa un interés dentro de la organización del Festival por darle un giro a este importante evento flamenco, el cambio de gobierno en el Ayuntamiento lo hace posible, aunque en esencia sigue las líneas de anteriores ediciones. Habrá que darles más tiempo.

Sobre el arte desplegado en las tablas me quedo con las intervenciones de Amparo Heredia Reyes “La Repompilla, aunque el sonido tanto de su voz, mal ecualizada, como de la guitarra, aún peor, no fue ni mucho menos el adecuado. Interpretó malagueñas, mineras, taranta, soleá y cantiñas, destacando para nosotros en la malagueña y en la minera. Demasiado lento el cante por soleá, y en ocasiones abusa del grito en los agudos, algo que se hace molesto si el sonido está pasado de decibelios, como fue ayer. Deberían estar más atentos los técnicos al nivel sonoro en el patio de butacas, algo frecuente en nuestro país.

Antonia de la Cruz Contreras “Antonia Contreras” fue otra de las grandes en la noche de ayer, con un gran dominio de la dinámica y afinación en su voz supo dar lo mejor en su interpretación. Nos gustó mucho la malagueña, cartagenera, minera y granaína. También cantó vidalita y soleá bastante templada de tiempo.

No se quedó atrás Esther Merino Pilo. Quien también estuvo fina en mineras, taranta, taranto, levantica y granaínas, destacando sobremanera en la seguiriya y las bulerías.

Lo tendrá difícil el jurado si estas cantaoras pasan a la final, porque son muy buenas las tres.

En el plano instrumental hubo dos intervenciones de guitarra flamenca, la del joven Didier Macho, con taranta y rondeña, buen virtuoso que apunta maneras, y la de Agustín Carbonell “Bola”, con Taranta y granaína, algo menos brillante. Ambos evidencian poca personalidad en las composiciones que interpretaron ayer, si bien no les falta técnica.

En la modalidad de instrumentistas flamencos intervino Francisco Miguel Pino “Miguel Pino”, quien, guitarra eléctrica en mano, versionó una minera de Vicente Amigo y unos tangos con el acompañamiento de bajo y percusión. Aún hay camino que recorrer con este instrumento para que alguna vez se empaste bien en el flamenco. El tiempo dirá.

En la faceta de baile intervino la bailaora fue Ana Isabel Veloso García “Anabel Veloso”, con taranto y cantiñas bien ejecutadas. Pero destacó sobre todo Ana Belén López Ruiz “Belén López” quien con taranto y seguiriya, se encargó de dejar bien claro cómo se baila Flamenco. Energía, expresión y técnica al servicio del baile, con un impresionante taconeo y compás, y un depurado braceo y juego de manos que no dará lugar a dudas a la entrega del premio del desplante. Hacía tiempo que no veía un baile así en La Unión.

Se hicieron más de las 3 de la mañana, o sea, 4 horas de concurso, algo a lo que no están habituados todos los cuerpos, que abandonan en cuentagotas el Mercado de La Unión a medida que avanza el tour de force. Otros podemos con ello, y luego la consabida cervecita y las tertulias en las terrazas de fuera, más cante y fresquito incluido que pilló desprevenido a más de uno. Total, más de las cinco y sin llegar a casa.

Guillermo Castro




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