Conocemos a Julián Pérez Páez desde hace muchos años y hay que admitir que como el buen vino, gana con los años. Hay que reconocerle, al menos ya, un buen reserva, con cuerpo, matices afrutados en las notas agudas, sin pasarse de vainilla, cueros en los graves y buen fuelle en la graduación alcohólica de los medios. Como buen amante del arte, el cantaor murciano sabe adaptar con gusto letras de poetas como Miguel Hernández o Pedro Cobos, algo que le da al cante un aire nuevo, al no escuchar las mismas letras de siempre. A esto sumamos su inquietud por realizar un flamenco más moderno, partiendo de la tradición, donde Enrique Morente es su principal referencia. Vino acompañado de la guitarra de Antonio Ferrándiz “Tomson”, quien supo estar a la altura del evento, y no era fácil, dado el amplio y complejo repertorio que pudimos escuchar.
Comenzó por tonás y martinetes, prosiguiendo congranaínas de Chacón. Aún con la voz fría, pero bien templado, abordó uno de los estilos más conocidos del jerezano, enlazando con una adaptación de la danza Nº5 de Granados, como si fuera natural terminar con esta maravillosa pieza del pianista leridano; al pelo. Continuó con un aire de bulerías en tono menor con la famosa letra de Atahualpa Yupanqui, “Los ejes de mi carreta”; gran acierto. La colombiana “Tiro tire”, de uno de los discos más interesantes -¿y cuál no?- de Morente: Sacromonte, nos brindó una sonrisa en el primer tercio del recital.
Malagueña de Chacón, un clásico, el de las “campanas”, que en voz de Julián sonó fresca y se remató con diferentes fandangos con toque abandolao, entre ellos uno desgarrado de Granada para cerrar la tanda. Tientos muy libres en compás le dieron a Julián la oportunidad de recrearse en el cante, con aires chaconianos y de Pastora en los tangos de cierre.
Ausencia, adaptación muy emotiva de un poema Miguel Hernández, sirvió como homenaje a sus amigos, algunos ya desaparecidos, en aire de bulerías y cadencias morentianas. Alegrías con “El rayo que no cesa” de Miguel Hernández, que fueron seguidas por otros estilos clásicos, juguetillos, y remates de aire gaditano con letras de Pedro Cobos. De nuevo Miguel Hernández por bulerías con remate de “cielito lindo” a la manera de La Niña de Los Peines. Cerró por fandangos, en pie, como todo el público que acudió a La Madriguera, el cual aplaudió largo y con fuerza, no era para menos, tras la generosa y maestra muestra flamenca de los dos artistas.
Como premio nos regalaron uno de los temas más bonitos que creara Enrique Morente a partir de textos de Leonard Cohen: “Sacerdotes”, del emblemático disco Omega rematado con “Aunque es de noche” tema igualmente morentiano basado en un poema de San Juan de la Cruz.
Magnífica, la noche del pasado viernes, en la que el frío negro que rodeaba las tablas de Murcia Flamenca no nos dejó helados; ni con escarcha, más bien en el punto de rocío necesario para que el arte desagüe con facilidad en gotas de flamencura de bodega bien curada.
Guillermo Castro
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