Gregorio Valderrama es un sabio del cante que lo mismo te canta una tonadilla de finales del XVIII o una canción andaluza del XIX, que una malagueña del Canario o una soleá de Triana del más sabor flamenco. Es un gran conocedor del cante en todas sus variantes, y a su vez gran investigador, lo que le permite saber muy bien dónde se mueve y cómo aflamencar sones preflamencos que antaño fueron la base de lo que un Planeta, El Fillo, un Silverio o un Chacón pulieron hasta dar luz a la criatura que hoy es ya mayor de edad, pero que aún no ha muerto; sigue. Vino acompañado del guitarrista gaditano afincado en Málaga Gabriel Cabrera, quien fue dándole los tonos que precisaba su voz, heredera de la escuela de su tío Juanito Valderrama, su principal referencia en el cante, y también de Marchena, otro sabio.
Comenzó como no podía ser de otra forma, con estilos de su tierra Málaga: malagueña del Canario, probablemente la primera malagueña de cante grande de la historia del flamenco, y malagueña del Perote, rematados con estilos acompasados de Pérez de Guzmán, Juan Breva y Cayetano Muriel. Siguió con una preciosa creación por Caña en la que principió con una soleá de Triana alfarera, tras la cual enlazó una de las cañas más antiguas que se conservan, que figura en la obra “Regalo Lírico” del primer cuarto del siglo XIX, de gran belleza y a la vez simpleza, que le sirvió para entroncar con la caña del Granaíno, macho incluido y cierre con soleá de Ribalta.
Guajiras, con un primer cante a la forma antigua en la que se medio improvisaba de forma jocosa letras picantes, y un segundo estilo marchenero que interpretó de forma magistral. Siguió con diferentes cuplés y canciones por bulerías que le llevaron a los cantes de nuestra tierra, con la murciana del Cojo de Málaga, y la cartagenera grande de Chacón. De nuevo Chacón sonó en la voz de Gregorio con los complicados Caracoles, estilo que hoy casi nadie canta bien, debido a los dificultosos giros melódicos, y a que alargan y paran en demasía el cante; pero sí lo hace bien Valderrama, quien respeta el molde chaconiano, cerrando con el famoso pregón al que incorporó giros personales de gran belleza.
En la Colombiana nos deleitó con vidalita, y milonga de Pepa Oro, cerrando “arrumbao” y con mucha gracia este potpurrí que sonó dulce y fresco en la voz de Gregorio y en la guitarra de Gabriel, con trémolos y falsetas de muy buena factura. Concluyó con una serie de fandangos, con estilos de Cepero, Macandé, y Pepe Marchena, ya en pie y con un público entregado que disfrutó mucho de una gala íntima, entre amigos, y en la que Gregorio tuvo la generosidad de explicarnos además los cantes, con diversas anécdotas y datos históricos. Toda una lección de cante.
Guillermo Castro
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