domingo, 28 de octubre de 2018

Javiera de la Fuente revive a Fernanda Romero


Cada vez más artistas jóvenes recurren a la investigación para realizar nuevas propuestas artísticas. Nada mejor que echar una mirada atrás para tomar impulso e ir hacia delante;  a veces es la única forma de avanzar. La chilena Javiera de la Fuente es una flamenca afincada en Sevilla desde hace casi diez años, a quien su pasión por el flamenco la obligó a cruzar el charco y empaparse del baile en la mejor escuela del mundo. Su interés por la figura de la bailaora Fernanda Romero ha sido el detonante del espectáculo Fernanda Romero y el drama de una realidad sur, presentado con gran éxito en las tablas de Murcia Flamenca el pasado viernes. 
Utilizando un hilo narrativo basado en la vanguardia escénica que unió teatro y flamenco desde los años 60, la bailaora fue explicando y a su vez dramatizando la importancia de Fernanda Romero como bailaora en propuestas escénicas arriesgadas, donde lo ritual y el drama marcaron un antecedente muy importante para proyectos posteriores como “Teatro Estudio Lebrijano” o “La cuadra de Sevilla”. Hoy en día la figura telúrica y desgarradora de Fernanda Romero permanece casi en el olvido, salvo la herencia de su taranto bailado con crótalos, algo que Javiera se encargó de recalcar, señalando la importancia de un legado que debe estudiarse, y al que es difícil acceder, debido a la falta de documentos visuales de sus creaciones teatrales. El estreno de la importante propuesta escénica “La Oración de la Tierra”, creada por Jiménez Romero y el director escénico Francisco Díaz Velázquez, estrenada en el 12 de diciembre de 1972, rompía con las convenciones del género. Escrita en verso libre, utilizaba estructuras paralelísticas propias de los salmos y otras obras de tipo ceremonial. El papel protagonista recaló en Fernanda. Imágenes, colores, sonidos, ritmos, gestos y olores remitían al subconsciente del pueblo andaluz, en un montaje donde la plasticidad de la escenografía, con cirios, braseros y ambiente funerario, dominaba el ambiente. 
Javiera supo trasladarnos a ese rito, recreando la escena que “Oración” planteó en su tiempo, aprovechando a su vez los documentos investigados en forma de recortes de prensa, fotos, reseñas periodísticas y filmaciones sobre esta artista que se iban intercalando entre la narración, el cante flamenco, el toque de la guitarra y, cómo no, el baile flamenco. Porque Javiera baila, y muy bien. Por soleá introdujo su espectáculo y se explayó con soltura más tarde en los tangos, con unos movimientos de cadera que nos quitaron el hipo, soltándose el pelo y pasando más tarde a una dramática seguiriya, negro sobre negro en el vestido. Tuvo tiempo hasta de cantar por peteneras, y también una bella canción chilena de Violeta Parra “ay ay ay…”; aún recordamos el estribillo. Se hizo acompañar del buen cante de Cristina Tovar y el certero toque de Miguel Pérez, que fueron el sostén necesario para llevar a buen término su difícil montaje, en el que a la vez que explicaba, desgranaba su baile y su drama. Lo hizo muy bien, faltándole en ocasiones el aliento. 
Tras la actuación disfrutamos de un entretenido coloquio con los artistas, quienes tuvieron la generosidad de conversar con el público de nuestra peña y responder a las preguntas inquietas de los asistentes. Todo un detalle. 


Guillermo Castro