“Hasta las personas reales, viene la muerte y se lleva”, cantaba el maestro. Y así fue, sin avisar nos dejó
huérfanos. Se nos ha ido “el cante”, decían los flamencos el día de
su fallecimiento. Pero Enrique sigue con
nosotros, porque su legado flamenco ha marcado un antes y un después en la
historia de este arte, y como todos los grandes, dejó su sello personal en todo
lo que hacía. Así lo hicieron Silverio, El Mellizo, Don Antonio Chacón, y
tantos otros cantaores que crearon escuela y fueron imitados, copiados, y hasta
incomprendidos por un público que a veces no estaba a la altura de las
circunstancias. Enrique fue a su vez clásico y moderno, tradicional y renovador. Dominó todos los estilos con
maestría y en todos se movía como pez en el agua. Renovó letras y arriesgó en
propuesta musicales, donde el rock, el punk, y hasta la música electrónica
tuvieron lenguaje flamenco sin alejarse de la esencia; de la base, de la tradición. Va por ti, maestro.
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