De nuevo el baile sevillano visita Murcia
Flamenca en una noche, la del pasado viernes, en la que el silencio se hizo
partícipe de la emoción del baile flamenco de Marta Balparda.
Comenzó José
Antonio Mazo “Gori” a la guitarra; valiente, el sólo en el escenario, con
un zapateado que arrancó los primeros aplausos del respetable e introdujo al
público en lo que estaba por venir: un cante por seguiriyas seguido de su
baile. Marta, de negro, acorde al espíritu de la seguiriya nos transmite la
pena, el dolor, la muerte transformada en baile flamenco. Su baile es
majestuoso, elegante y enérgico. Sus vueltas hicieron volar varios adornos que
sujetaban su pelo por tres veces, y los olés se escucharon con frecuencia
durante toda su interpretación.
El canté por soléa de Rocío López “La Boterita” cambió la tristeza por la melancolía, con
estilos grandes de soleá de Triana de difícil ejecución y amplio registro que
superó con solvencia y muy buen gusto. La guitarra de Gori le dio el
complemento necesario para la buena ejecución del cante, y entre los dos nos
llevaron al baile por alegrías que hacía aparición.
Con chaquetilla roja y pantalón blanco se
pasea Marta acalorada en el paseíllo que de nuevo la lleva a escena. Se da aire
y nos lo da a nosotros. Tiene su baile por alegrías mucha gracia y picardía,
juega contigo, se ríe y te provoca. Sus movimientos de cadera te hacen cómplice
de su baile e incita a moverte, a hacer compás, a hacer pitos. Marta tiene muy
buen gusto bailando y también incorpora guiños modernos en sus mudanzas. Sin
duda no solo le va el baile de escuela, sino que lo enriquece con nuevas ideas
que en el flamenco ya es frecuente ver en muchos artistas de baile. Su taconeo
es preciso; intenso. Sus giros bien medidos y sus manos como de porcelana. La
mirada siempre fija, y la cara, expresión del sentimiento que lleva por dentro.
Cierra Marta el espectáculo con el consabido
cierre por fiesta, sin micros, al cual se suma Conchi Murcia, que pasaba por allí (como otras personas importantes
del mundo flamenco de Sevilla que esa noche se dejaron ver), con dos pataítas
de raza que fueron botón de lo que estaría por venir.
El público pidió más, se nos hizo corto, como
siempre.
Guillermo Castro
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