No hace tanto,
unos años atrás, el flamenco fue reconocido como patrimonio inmaterial de la
humanidad por la UNESCO ,
noticia enorme que recibíamos dichosamente todos los flamencos e instituciones
públicas y privadas de forma unánime. No obstante con bastante anterioridad ya
existía un asentimiento común y acorde en el conjunto de los guitarristas en
particular y de los flamencos en general en torno a la enorme figura de Paco de
Lucía. Más aún ahora tras su irreparable desaparición.
Permítanme que me exprese a través
de estas líneas con devoción cuasi religiosa en esta loa al gran maestro
algecireño, pues como señalaba Manuel Bohórquez en el Correo de Andalucía el
fatídico día de su fallecimiento, Dios ha muerto.
Son muy pocas aquellas insignes
personalidades que por su valiosa aportación y sobredimensión artística han
vivido su existencia junto a una permanente lucha interna, quizá desigual entre
el hombre y el artista, la persona y el genio, en debate entre lo ortodoxo y lo
heterodoxo, lo humano y lo divino. Paco fue sin duda uno de ellos,
sencillamente genial y genialmente sencillo. En este contexto, sencillez no
podría ser sinónimo de simpleza sino sin más bien de grandeza.
Paco fue luz y norte –y lo seguirá
siendo mucho tiempo– de toda una generación de guitarristas flamencos –pasado,
presente y futuro– y músicos en general. Cuando en 1973 ve la luz “Fuente y
Caudal” –soberbio LP de certeras tarantas, granaínas y bulerías donde las haya–
un tema improvisado y de relleno, lo lanza definitivamente a la popularidad y
estrellato, gracias a “Entre dos Aguas”.
Por aquel entonces yo solo era un
chaval y tan solo hacía dos años que murió otro gran maestro de la guitarra, el
Niño Ricardo. Con el debido respeto al maestro sevillano –y que tantas veces
rindió pleitesías de Lucía considerándolo como el “Papa”– el de Algeciras con
este formidable trabajo nos presentaba el instrumento de las seis cuerdas con
mayúsculas, un hito histórico que constituyó un antes y un después en las
ventas de este género. Una poderosa y sobrada guitarra como la que se nos
anunciaba, hacía parecer como si este instrumento no hubiera existido nunca antes.
Desde entonces prendió en mí una llama que me sigue acompañando como abnegada
vocación guitarrística. Sinceramente creo que esta abductora circunstancia
personal, es compartida por la inmensa mayoría de los guitarristas también como
patrimonio de unanimidad.
Paco de Lucía poseía desde mi
observación una impronta mesiánica, casi deidad profética. Llevó a cabo una
titánica labor apostólica desde las
raíces del flamenco a través de su creación en constante evolución musical. Su
divulgación alrededor del planeta en forma de giras, conciertos colosales y el
universo discográfico es patente y notoria. Fue nuestra mejor marca España y
referente internacional sin precedentes, consecuencia directa de que el número
de fieles aumentara exponencialmente en un instrumento que desde el siglo XVII
ya era conocido como guitarra española, otrora guitarra flamenca.
Cuando la sonanta de Paco se hacía
sonar por el genio, ésta se mostraba categórica, sonaba a verdad, a palabra de dios. La música aún siendo un
arte abstracto, Paco la dotaba de significado. Sus notas estaban impregnadas de
la emoción más sincera y de la narración más convincente. Paco nos contaba hermosas
historias cantando su guitarra. El maestro algecireño quizá sin pretenderlo y
aún menos sin decirlo, apeló a nuestros corazones como hiciera el profeta de
Judea en aquel pasaje bíblico, y todos los guitarristas sentimos el gran
mensaje: deja tus cosas y sígueme.
Siempre me preguntaré como una sola persona consiguió poner de
acuerdo a tantas facciones del arte, no solo aquellas inherentes al mundo del
flamenco. De lucía era admirado sin fisuras entre gitanos y payos, flamencos y
clásicos, jazzistas y líricos entre otros. Amén o anécdotas aisladas,
consecuencia de dudosos prejuicios, la circunstancia de admiración inequívoca, no
es fruto de la casualidad de un momento cumbre o concreto, sino fruto de la
causalidad de la trayectoria de un genio, asumida con unanimidad de sensación y
opinión. Nunca antes en la historia del flamenco la esencia de lo divino a
través de lo humano tuvo tanta influencia. En este sentido Paco de Lucía se
convertiría en el músico más influyente del flamenco de la segunda mitad del
siglo XX y principios del XXI.
Referencia incontestable, Paco nos
mostró el camino y la multidisciplinariedad como madre de todos los caminos.
Aprendimos a sacudirnos el complejo histórico finisecular de antaño como
guitarra popular, despreciada respecto otras artes y disciplinas, ahora
dignificada y convertida en respetable guitarra flamenca; de concierto, para el
cante o para el baile. También nos enseñó a liberarnos del gregarismo dentro
del flamenco como instrumento utilitarista, reivindicando un espacio por
derecho propio y para sí mismo. Con Paco de Lucía la guitarra se convirtió en
el epicentro de los grandes espectáculos ante miles de espectadores, y sin
abandonar el cante ni el baile, la guitarra empezó a mandar sin imposición, es decir, desde la conquista de un estatus
igualitario con protagonismo para el ente cordófono respecto de la voz o el
movimiento. Si hasta en eso hay que ser genial también, pues nunca antes se
había consolidado tanta autoridad en una figura sin autoritarismo, autoridad
genial, autoridad moral.
Paco ha sido y será el pater noster
de la guitarra. Difícilmente podremos agradecer todo lo que aportó a nuestro
instrumento, al flamenco y a la música en general. El maravilloso legado del
maestro es tan excelente y generoso como la mejor de las herencias posibles,
pues seguirá vigente, también como patrimonio de la unanimidad. Viva
eternamente Paco de Lucía.
Antonio Bonilla Roquero
Profesor, Investigador, Expresidente Peña
Guitarrista “Niño Ricardo” Sevilla
abonfla@hotmail.com
ninoricardopresi@hotmail.com
Entre los artistas que nos han confirmado están:
Pablo Consuegra.
Enrique Larrosa "El Chispita"
Fernando "El Espín"
Paco Frutos
Joaquín López "El Quini"
Antonio Consuegra
Pablo Miranda
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