Llega savia nueva al flamenco, y Rocío Garrido es uno de los nuevos
valores que ya está dando que hablar en el mundo del baile. Su fuerza en el
escenario está en sintonía con su capacidad comunicativa, que es enorme. Sus
movimientos y giros no dan la sensación de rigidez y excesiva medida, sino que
la técnica está al servicio de su sentimiento. Su taconeo y zapateo es
magnífico, su energía te contagia y su mirada se te clava dentro. Se nota que
ayer disfrutó bailando. Al que aquí suscribe le puso los pelos de punta en
varias ocasiones, algo que ocurre con poca frecuencia. Rocío comenzó por soleá
con cierre por soleá por bulerías, acabando con un juego de mantón que arrancó
una grandísima ovación de todo el público presente. La primera. Anabel Castillo dio paso al buen cante,
con unas guajiras y fandangos que prepararon el siguiente baile: una majestuosa
farruca que tuvo su segunda ovación, con momentos sublimes y aportes personales
de Rocío. Por alegrías continuó Anabel y luego con unos cantes por bulerías
donde pudimos escuchar algún que otro cuplé y éxitos del pop español, ahí
metiditos. El baile final, por fiesta, lo propio, terminó por hacernos rebosar
de alegría y emoción al haber disfrutado del magnífico recital que presenciamos
este sábado, en el que Murcia enterró a su sardina, dando fin a sus fiestas de
primavera. Tercera y última ovación, la más larga con todo el público de pie. A
la guitarra estuvo Francis Fernández
y al cajón Moisés Santiago.
Guillermo Castro