El pasado viernes 30 de mayo Murcia Flamenca tuvo la suerte y el
placer de recibir en sus tablas a la compañía Flamenco en Ruta, con su
espectáculo “El ruido de las nueces”. Suerte, porque afortunados fuimos los que
presenciamos su interesante propuesta escénica, que superó todas las
expectativas; y placer, porque fue un disfrute, tanto físico como espiritual.
Comenzaron con un Vito, bailado en pareja y basado en una
coreografía de Antonio el Bailarín de 1944. Baile en desuso, muy popular en el
siglo XIX, tanto en destacados artistas de la escuela bolera como en ambientes
populares andaluces, sirvió para calentar el ambiente. Con cuidada coreografía
y estética, tanto el chileno Gabriel
Aragú, director y coreógrafo, como la alemana Yamuna Henríques, bailaron con mucha gracia y sal. Por Debla caminó la cantaora gaditana Laura Castro desde bastidores hacia el
escenario, donde una línea trazada en el tablao sirvió de elemento añadido al
baile de Gabriel, dentro-fuera, continuando con un baile por Tangos que hizo Yamuna. Laura se atreve
con La Malagueña del Mellizo, que
interpreta con gran sentimiento y con tercios bravos que remata con soltura y
energía, dando paso en el baile a un juego de manos con braceo muy moderno,
creación personal, precioso, presagio del siguiente baile por Serrana, algo no muy frecuente en el
flamenco, que fue otra de las sorpresas de la noche. Se bailó de nuevo en
pareja de forma magnífica y con mucho sentimiento y hondura, tanto en las
mudanzas como en el cante. Pau Marzal,
valenciano, sale por farruca en la
guitarra, a solo, con mucha solvencia, y se sigue con un cante por Alegrías. Llega la Soleá de Yamuna, con coreografía creada por ella misma, sin duda
una de las perlas de la noche. Sorprende y emociona a cada giro, braceo,
mirada, taconeo, cierre, subida…Yamuna es muy expresiva, muy sentida, muy
profunda, muy flamenca. Es una bailaora magnífica, de gran técnica y medido
taconeo, sorprendió a todo el público asistente que se levantó a aplaudir al
finalizar su baile, que fue muy generoso por su duración y entrega. Llega el
turno del Taranto, donde se luce
Gabriel, elegante, quien domina este difícil baile de forma magistral, otro
premio, otro regalo para nosotros que se queda en nuestras retinas y en nuestro
corazón martilleado por los taconeos del baile y del dolor del taranto. Se
terminó con un largo fin de fiesta, donde se subieron algunos espontáneos,
tanto nacionales como del otro lado del atlántico, a darse una pataíta por
bulerías.
Auguramos un buen
futuro a estos artistas, que no tienen miedo a salirse de la norma y a crear,
en este mundo del flamenco tan proclive a conservar formas estancas que muchas
veces aburren por lo predecible. Cuidan mucho las coreografías, la precisión,
la escena, los diálogos en los bailes en pareja, la personalidad de cada baile
y del propio artista en el tablao y también la trama argumental que hay bajo su
propuesta. Lo hacen bien, muy bien, y lo harán mejor todavía muy pronto. Si los
ven por ahí no se los pierdan.
Guillermo Castro
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