El cantaor murciano Julián Páez llenó de emoción las tablas de La Puerta Falsa el pasado viernes 11 de marzo, en un recital en el que la tradición y el conocimiento estuvo al servicio del cante flamenco, sin reñirse con algún guiño renovado en sus formas interpretativas.
Comenzó Páez con un canto tradicional mexicano: La llorona, ataviado con un guitarrillo, cual cantor popular, con el que se acompañó a sí mismo con cadencias armónicas de romanescas y viejas folías. El guitarrista de Torredelcampo afincado en Murcia Francisco Javier Capiscol tomó el relevo con un solo por soleá en el que el toque tradicional fue la tónica en su comienzo, evolucionando hacia formas más modernas en su parte final. Prosiguió Capiscol con una preciosa introducción por malagueñas para el cante de Julián, que salió por Chacón, con las famosas “campanas de convento”, un clásico del jerezano que bordó Páez al modo de Morente. Igualmente la malagueña de la Peñaranda tuvo un eco tremendo en la voz de Julián, que se explayó luego generosamente en una larga serie de fandangos, rondeñas y verdiales a compás, añadiéndose el cajón de Curro Merino. Gran ovación para los tres en su final.
Alegrías en las que entraron los versos del poeta Pedro Cobos, un referente en los recitales de Julián Páez, nos trajeron la sal de Cádiz, donde de nuevo las formas del granadino Morente volvieron a tomar vida.
Un nuevo y brillante solo de Capiscol por guajiras sirvió de contrapunto al cante. Metiéndose al público en el bolsillo con sus filigranas y arabescos caribeños. Tientos en diferentes estilos por el maestro Páez nos hicieron recordar aquellas antiguas melodías grabadas por El Mochuelo en viejos cilindros de finales del XIX, cuando comenzaban a atisbar los primeros tangos, los famosos “tangos de los tientos”. Prosiguió por tangos, donde de nuevo Morente hizo aparición. Gran aplauso del respetable, en uno de los palos más ovacionados por el público, que ya iba oliendo ese final del recital no deseado. Bulerías en las que cupo casi todo, hasta el cielito lindo, fueron el quasi bis de la noche, ya que nos faltaba la sorpresa final, unas seguiriyas para rematar la faena que asombraron al personal; imponentes, señoriales, estilos de Manuel Molina que sonaron magníficos en la voz de Julián. Largo y sonoro aplauso del público para despedir a los tres artistas que habían conseguido hacernos olvidar que había tiempo en nuestras vidas.
Gran recital el del viernes en la Puerta Falsa, con una gran entrada de público, con un público atento y respetuoso, ese que nos gusta a todos.
Guillermo Castro
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