El sábado 28 de febrero el Teatro Real de Madrid se llenó de flamenco, en una noche en que la
celebración del Día de Andalucía tuvo con la figura de Federico García Lorca su
particular homenaje en un teatro a rebosar. Rocío Márquez presenta un nuevo
proyecto artístico que deja su anterior “El Niño” literalmente en pañales. Si
algunos pensaban que su reciente disco (El
Niño. Andando por los campos marcheneros, Universal 2014) supondría una anécdota en su carrera o un intento
arrogante por haber querido acercarse al genio de Pepe Marchena desde dos
frentes: la tradición y la renovación, se equivocan. Rocío va a más, y mucho
nos tememos y, por ello nos alegramos, que seguirá esta senda. Poco tiempo ha
pasado de su estreno en la
Bienal de Sevilla (14 de septiembre), apenas 5 meses, y ya
tiene listo su visión de Lorca, que supera el anterior.
Tradición y renovación esa es la clave del éxito flamenco.
Rocío se ha rodeado de grandes músicos y artistas, algo imprescindible para que
un proyecto ambicioso como este llegue a buen término. No se ha limitado a
reinterpretar algunos de los clásicos cantados por La Argentinita con el
piano de Federico; ni tampoco a presentar una lista de cantes flamencos al uso
para el aficionado al cante. Lo ha
integrado todo y lo ha mostrado al público en el mejor escenario posible El Real.
Abrió el espectáculo la guitarra del maestro Pepe Habichuela
por milongas, donde los versos del
primer libro poemario de Lorca fue acariciando nuestros oídos y relajando la
tensión del auditorio, pasando a “En el Café de Chinitas”, donde el toque libre
del maestro de Granada acompañó las melodías clásicas de la Argentinita, convirtiéndose
poco a poco en cantes acompasados de malagueñas de Juan Breva y fandangos del Hierbabuena
que levantaron las primeas ovaciones. Por cantiñas
aborda la “Reyerta” del Romancero
Gitano, cerrando esta sección del espectáculo en el primer espacio del
escenario del Real, con las palmas de Los Mellis (Manuel y Antonio Montes
Saavedra).
El zapateo de Leonor Leal por tanguillos hizo de interludio en el que será el tercer espacio del
escenario, donde se encontraba el tablao y la guitarra de Miguel Ángel Cortés,
sublime.
Cambiamos de espacio a la parte central, donde el piano de
Daniel B. Marente, la percusión de Antonio Moreno y el saxofón de Juan M.
Jiménez componen la instrumentación de la siguiente parte del espectáculo. Allí
disfrutamos de tres números de las Canciones
populares antiguas en forma de suite,
la parte más interesante para nosotros; también la más arriesgada, donde formas
menos convencionales dentro de la música flamenca hacen su aparición y se
integran en un Lorca reinventado. “Nana de Sevilla” con incursiones en el cante
de la petenera y acompañamiento
percusivo en la marimba a modo de “palillos armónicos”; genial. “Anda, jaleo” con
recuerdos al piano de El Jaleo de Jerez,
Caballo del Contrabandista de Manuel
García y el popular Vito, en una
concepción artística “morentiana” en su espíritu expresivo y “marchenera” en el
trabajo vocal de Rocío. Brillante. “Sones de Asturias” nos traerán cantos populares
astures, mezclados con levantica flamenca
y el genio de Albéniz en su famosa Asturias
(Leyenda).
De nuevo el baile de Leonor Leal, en una composición por Alegrías
del guitarrista Miguel Ángel Cortés, nos hará de interludio para la parte final
del espectáculo, en la que se sumarán las palmas de los Mellis, la percusión
flamenca de Agustín Diassera y el cante de Arcángel.
“Las morillas de Jaén” abren por soleá el último tramo, con remates apolaos, y bellas adaptaciones poéticas al cante flamenco
tradicional. Por tangos, “Los
pelegrinitos” sirven de excusa para la aparición del cantaor Arcángel, que ya
enlaza con “Los cuatro muleros” adaptados por fandangos libres y luego por
Huelva, con un impresionante y bello final polifónico a tres: Rocío,
Arcángel y los Mellis. Cerró el espectáculo la “Canción muerta” adaptada a una
de las habituales seguiriyas del
repertorio de Rocío, con gran ovación y cierre de telón.
Este Lorca de Rocío supera anteriores trabajos suyos por su
concepción artística, producción, madurez musical y resultado final. Pedro G.
Romero aparece dentro del “aparato” del Proyecto
Lorca como desapercibido; nada más
lejos de la realidad, nos tememos. Es de alabar la calidad de sonido de los
técnicos del Real, algo no muy frecuente en el flamenco y a lo que soy
extremadamente sensible, tanto que puede hacer que me chirríen los oídos y que
pierda el interés por la escucha. Deberían de tomar nota en otros escenarios.
Los instrumentos tienen que sonar como son, y para eso un técnico tiene que conocer
su sonido, y comprender que una guitarra es una guitarra y una voz una voz, lo
demás es artificio.
A los artistas hay que dejarlos libres, que vuelen, para que
su imaginación ponga en forma de arte las inquietudes que se mueven en su
interior. Rocío Márquez no tiene miedo, y eso es bueno para el flamenco, pues
solo así seguirán naciendo nuevos manantiales que alimenten el río del arte
flamenco, siempre en devenir. Yo me subo al barco y que me lleve.
Guillermo Castro