Cuando concurren varios artistas de fuerte personalidad en una misma sesión es importante determinar el orden de actuación para conseguir que el desarrollo del espectáculo mantenga un interés creciente. Es conocida la anécdota que cuenta Fernando de Triana en su libro Arte y Artistas Flamencos, Madrid, (1.935), referida a Antonio Chacón:
"Todos los notabilísimos artistas de la época de Chacón prescindieron de sus derechos de antigüedad y acordaron cantar por delante del fenómeno; así serian escuchados e indiscutíblemente aplaudidos, pues al terminar Chacón la primera sesión quedaba el salón completamente desalquilado de personal hasta que de nuevo comenzaba el público a concurrir para la sesión de madrugada; ésta terminaba a las cuatro de la mañana, que allí parecían las diez de la noche, y nadie se movía de su asiento hasta que Chacón terminaba, o mejor dicho, cerraba el espectáculo. Mientras esto ocurría el salón convertíase en nave de iglesia; con un silencio sepulcral, sólo interrumpido en algún tercio del cante, por la voz del gran Silverio, que nervioso y conmovido solía en voz baja murmurar a la vez que lloraba emocionado: ¡Qué bárbaro! ¡Qué bárbaro!."
Nadie abandonó el abarrotado Mercado de La Unión en el transcurso de la gala que reunió en una misma noche a Manuel Moreno, El Pele y a Miguel Flores, Capullo de Jerez pero sí se produjo la sensación de que el orden no era el adecuado.
El comienzo lírico de la guitarra de Patrocinio hijo para la Zambra con la que comenzó El Pele y la posterior Soleá, marca de la casa, ya dejaron a las claras el momento dulce en el que se encuentra su voz, de timbre imponente, y su cabeza, siempre al mando de lo que ocurría sobre el escenario. Cantando de pie, lo que le permitía desplazarse y mover los brazos acentuando los giros de su voz, consiguió en un instante subir el listón del cante a gran altura sentando cátedra de cantaor histórico. Desgranó Seguiriyas con un impresionante cambio de cierre, Malagueñas de Chacón, Alegrías y Fandangos y el público respondió con intensidad y generosidad a todas las interpretaciones consciente del momento irrepetible que estaban viviendo. Sus obligados Tangos "Vengo del Moro", fueron el relajante final a la tensión acumulada en su recital tras lo que se despidió, prometiendo volver. Largos e intensos aplausos de despedida, con el público unánimemente puesto en pie, despidieron a El Pele.
Foto cortesía de Gabriel Maldonado |
El público aplaudió puesto en pie, pero sin moverse de su sitio, esperando algún final conjunto que el comentario de El Pele, seguramente simbólico, parecía prometer. Gran noche de cante en suma, en la que se demostró que a veces el orden de los factores sí altera el producto.
Bernardo Sáez
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