Este sábado Murcia Flamenca se despidió de todos los aficionados al flamenco
con una gala de baile en la que Maise
Márquez nos visitó otra vez. La emoción y la pena de tener que partir de
nuestro querido local aprisionaba nuestros corazones, que solo encontraron
consuelo en el baile de Maise, el cante de Cristina
Tovar y la guitarra de Óscar
Gallardo. Comenzó el recital con un cante por malagueñas en la voz rajada de Cristina, con templanza y fuerza,
terminando con abandolaos. La
cantaora sevillana tiene una voz de metal brillante y áspero, muy compleja y
personal. Óscar Gallardo se atreve con un toque por fandangos de Huelva con los jaleos de Cristina y Alberto Torres,
guitarrista flamenco de Ardales habitual en nuestra peña al que se le pidió
colaboración. Llega el turno del baile, con Maise en unos tientos donde lució una peineta natural de romero y falda gitana
muy colorida. Su cara es reflejo del sentimiento que la impulsa a bailar, con
expresiones que transmiten su jondura y flamencura acompañada de los pitos de
sus dedos, vueltas de su cuerpo y medido braceo. Acabó el baile por tangos, donde ya sonrió, matando la
araña y meneando sus caderas con picardía mientras se recogía la falda. De
nuevo Óscar aborda un toque a solo, ahora por bulerías, en las que pudimos constatar la soltura con la que se
mueve este guitarrista con su instrumento. A destacar el alzapúa de Almoraima de nuestro gran Paco de Lucía
que en los dedos de Óscar sonó como debe. Cante por Alegrías, en las que
Cristina casi se parte el esternón cantando, sirvió para preparar el
baile final por soleá, donde Maise,
con un vestido negro, se prepara y sube lentamente al escenario para darlo
todo. Su majestuosidad y figura elegante es transmisión pura. Algunos de sus
movimientos parecen de figura de porcelana. Da vueltas y se frena, gira
despacio y acelera. Su puño izquierdo se retuerce girado tras su espalada y el
dolor de la soledad recorre su cuerpo. Algunas de sus mudanzas recogen el eco
de Carmen Amaya, con sus poses, fuerza y garbo. Pudimos ver alguna torería con
la suerte de matar al toro en el final por bulerías. Gran y largo aplauso y fin
de fiesta para acabar, donde hubo miedo a que alguien del público subiese a darse
una pataíta.
Guillermo
Castro